¿Cómo es el camino para convertirte en músico? Supongo que es distinto para cada uno. Pero lo que está claro, es que no todos los que empiezan a investigar los entresijos del sistema musical llegan hasta el final. Las historias que han llegado a mis oídos de adultos que abandonaron su instrumento son muchas.
Normalmente, salen enseguida en cuanto alguien me pregunta a qué me dedico.
“Soy maestra de piano”
“¡Ah, qué interesante! Yo solía tocar el (equis instrumento) cuando era pequeño/joven. Pero…
…mi profesora me decía que tocaba mal, y acabé dejándolo.”
…era demasiado complicado todo.”
…no se me daba bien.”
…no tenía tiempo.”
…llegué al instituto/universidad y tuve que dejarlo.”
…no era lo bastante bueno/a y empecé a trabajar en otra cosa.”
y la más triste:
… hace años que no cojo mi instrumento. Está en el armario. Lo pasé tan mal que no he podido siquiera volver a abrir la funda.”
Las anteriores, aún puedo comprenderlas, pero esta última me llega al corazón. ¿Cómo es posible?
Las creencias, las prioridades
Seguro que conoces este tipo de historias. Yo creo que las causas por las que una persona que tocaba un instrumento durante unos años, de repente lo deja, normalmente están asociadas a creencias, y a prioridades.
Por ejemplo, un trabajo. Si quieres encontrar un “buen” trabajo, normalmente la música no está en los puestos de honor. Asi que se abandona, porque no vale la pena dedicarle el tiempo necesario.
En caso de estar en los puestos de honor, se suele recurir al discurso de “vivir de la música… ufff… eso es muy difícil, tienes que ser muy bueno”, o cualquier otro relacionado, y se abandona, con la esperanza de encontrar algo más fácil, o que asegure un trabajo y el pago del alquiler.
En mi opinión, eso de trabajo asegurado, en la época en la que vivimos, creo que se ha extinguido, pero eso no es el tema que aquí nos ocupa.
Como decía, prioridades. Normalmente la música no es una de ellas. Y eso suele estar asociado a creencias aprendidas durante la formación, doy varios ejemplos que puede que te suenen:
– “Hay que “hacerlo bien” para poder tocar en público”.
– “Ser músico no es nada fácil”.
– “Yo no soy músico. No he estudiado en el conservatorio”.
– “La sociedad no valora la profesión de músico”.
– “Es mejor ser médico/abogado/ingeniero/empresario…”
– “Para poder dedicarte a la música tienes que ser el mejor”
– “Fulanito es mejor que yo.”
– “No se puede compaginar.”
– “Hay que tener talento.”
– “Es muy duro…”
¿Te sientes identificado con alguna de esas frases? ¿La has dicho en voz alta alguna vez?
El músico, tradicionalmente, ha tenido una especie de doble estatus. Por un lado, ser músico te convierte en ese ser privilegiado que tiene capacidad para embelesar a un grupo de personas (que no siempre entienden de música), y que parece que tienes un don, algo caído del cielo, que te hace ser “especial” a los ojos de los que no comprenden cómo es posible, pero lo ven tan bonito… eso de ser músico…
Por otro lado, a no ser que estés en la cima, se te considera un “muerto de hambre”, como muchos otros profesionales artísticos, pintores, escritores, ilustradores, escultores, actores, magos… Porque tu profesión (a pesar de ser tan bonita), en el fondo no le interesa a nadie si hay que pagar dinero por ella.
No eres útil.
Hay un vídeo precioso sobre este tema que se hizo viral hace un par de años.
Saber que esta creencia está tan generalizada, hace que nos desmoralicemos a la hora de elegir la profesión de músico. Es más fácil ir a la universidad, encontrar algo que también te guste y que esté mejor valorado para poder dedicarte a ello y dejar la música como un hobbie.
Esta decisión es, y creo que debe ser, respetada. No quiero entrar a juzgar aquí a todos los músicos que eligen este camino.
Pero creo que nos hemos dejado llevar por estas creencias, por las de ese doble estatus y las que algún músico enfadado nos dijo alguna vez, mientras aprendíamos. Por las recomendaciones de una familia que tiene miedo de que no puedas “tener la vida solucionada”. O por el hecho de considerar desde el principio que no puedes, y ya está.
Hemos tomado todas las creencias que he enumerado anteriormente como propias, y hemos decidido en función de lo que pensábamos que era la realidad.
La vuelta de tuerca
¿Pero qué pasa con los músicos que tienen otras creencias distintas? Fíjate en estas otras opciones:
– “Para poder tocar en público, sólo tienes que subirte al escenario”.
– “Cualquiera puede ser músico si se pone a ello”.
– “No sé si me valoran o no como músico. Pero yo creo que vale la pena lo que hago”.
– “No sé cual es la mejor profesión, pero yo he elegido esta”.
– “Para poder dedicarte a la música no hace falta ser el mejor. Yo no lo soy”.
– “Fulanito toca genial, me encantaría tocar con él”.
– “Le dedico horas, sí. ¿No lo hace también todo el mundo de lo suyo?”
– “Tener talento está guay, ayuda. Yo no sé si lo tengo, pero sigo tocando”.
– “¿Duro? Más que duro, constante…”
Me he dado cuenta de que la gente que conozco que se dedica (realmente) a la música, o a otras profesiones artísticas, suele tener creencias más parecidas a estas. El filtro con el que ves el mundo a veces lo es todo.
Las creencias no son la realidad. Si nos ponemos filosóficos… ¿Qué es la realidad? Cada uno la ve a través de sus propios ojos, sus propias experiencias. Su filtro. La realidad es distinta para cada uno. Por eso, tus creencias no forman la realidad, porque en el momento en el que las cambias, la realidad cambia. (Enlace para ver un poco más de esto)
La valoración externa no es un condicionante para las personas que saben lo que quieren y van a por ello. Sí lo es la proactividad. Lo que hace y decide uno mismo te lleva a donde quieres estar.
Elegir el propio camino es tan importante, sea cual sea, que no puedes permitir que creencias o pensamientos que no te ayudan, o miedos, te hagan decidir por ti.
Por supuesto, la decisión final la tiene cada persona, y cada alumno. Y el elegir otra profesión que no sea la de músico no tiene por qué estar relacionado con el miedo a convertirse en un “muerto de hambre”. La música, o la actividad de músico, tal y como yo la veo, ha de estar en el lugar que cada uno crea que le corresponde en su vida. Sea profesión, sea hobbie, o sea una actividad temporal…
Tus creencias, las creencias de tus alumnos
El repasar tu sistema de creencias con respecto a la actividad de músico, o de aprender música, es tremendamente importante, porque es lo que estás transmitiéndole a tus alumnos.
Al igual que tú asimilaste creencias de tus profesores, o de otros músicos, tus alumnos pueden asimilarlas de ti, sin que tú te des cuenta. Haz un repaso de lo que has aprendido con relación a la música, a tu instrumento, al hecho de ser músico. Puedes hacer una lista, si te ayuda. Si la que he escrito antes te sirve, utilízala y añade más de tu cosecha.
Averigua si, de todas esas creencias, tienes alguna que te ha frenado, o que pueda frenar a un alumno tuyo. Averigua si se le puede dar una vuelta de tuerca, si puedes empezar a ser consciente de cuándo aparece, para sustituirla por otra, más sana, sin caer en un mundo idílico multicolor.
Los casos tristes
Antes he mencionado el caso del músico que ha desarrollado aversión por su instrumento. El que lo tenía escondido en el armario. ¿Conoces algún caso de este tipo?
Normalmente, esos casos han sido personas que sí que eligieron seguir con el camino de músicos, dieron un paso más, y llegaron a cursos o grados superiores, más habitual en el mundo clásico.
Se encontraron con una competitividad abrumadora, asfixiante. Pero lejos de salir corriendo, se metieron en la selva.
Aprendieron las creencias que eran la gasolina del entorno: “No hay sitio para todos en el mundo de la música”, “sólo los mejores podemos vivir de ello”, “el resto serán músicos fracasados”, “hay que sufrir mucho para llegar a ser músico”, “toca sin parar o aquel se llevará tu lugar”, “no te quedes atrás”, “menganito ha tocado mejor que fulanito en la audición”…
Sazónalo todo abundantemente con presiones y envidias.
Y llega un día en el que ya no aguantan más. Ya no vale la pena estar ahí. No disfrutan de la música. Entran en depresión. El instrumento se convierte en un símbolo de esclavitud, y como nadie quiere ser esclavo de nada, se alejan de ello. Todo lo posible para no volver a sentir el ahogo.
Me pone tremendamente triste esto.
¿Cómo puede llegarse a este punto? ¿Cómo es que el proceso para llegar a ser músico, algo que debe amarse, puede ser fuente de tanta angustia?
El proceso para conseguir la vida que uno quiere, sea con la música o cualquier otra profesión, no es un camino de rosas. Yo no creo eso. Pero algo falla profundamente, de raíz, cuando la música, que ha nacido para ser disfrutada, o el camino para ser músico, se convierte en esto.
Recuerda por qué eres músico. Recuerda qué es lo que vale la pena y lo que no.
Recuérdalo por ti, y recuérdalo por tus alumnos. Haz que crezcan las semillas adecuadas.
Seguro que tienes algo que decir de esto. No me creo que te deje indiferente.
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