Sabes que puede llegar el momento en el que pase. Pero no acabas de creértelo.
O piensas que pasará dentro de mucho.
Escomo una relación amorosa, que va muriendo. Tienes tantas ganas de que eso salga bien que te resistes a lo inevitable. Haces malabares, pero ya no hay nada con lo que hacer malabares. Y un día tienes que aceptarlo.
Se acabó.
La relación de tu alumno con el instrumento ha terminado.
Eso me pasó hace unos días con Oscar. Llevaba tiempo desmotivado. Quise darle tiempo, relajar más el espacio con el piano, probar cualquier cosa que pudiera atraerle mínimamente. Sin solfeo, sin partituras, como a él le gusta.
Pero no. La llegada a clase se hacía tediosa para él. No quería estar allí.
Afortunadamente, el vínculo que tiene conmigo está intacto después de tantos años. Sabe que puedo escucharle, y sabe que no voy a juzgarle.
Tiro de vínculo y le pregunto. Intento, una vez más, hablar con él.
Está a tope. Tiene cinco extraescolares distintas, deberes, y dios sabe qué más. No tiene tiempo para él. Y es capaz de decírmelo así, casi con lágrimas en los ojos: “no tengo tiempo para mí, no tengo tiempo para jugar o hacer los deberes”, porque hacer los deberes también puede ser divertido para él, dependiendo de la asignatura.
Pero el día que yo llego ha salido poco menos de una hora antes de inglés, se ha puesto a hacer los deberes, o a jugar o a lo que sea, y tiene que interrumpirlo 30 minutos después para empezar piano. Y cuando acabe, no podrá continuar, porque hay que cenar, y luego a la cama.
“Y todos los días igual”, me dice, textualmente, el niño de 9 años. “Duermo y al día siguiente es lo mismo. Todos los días”.
Se siente encerrado. El piano es una tarea más que le hace sentir encerrado, por mucho que yo haga por hacerle sentir a gusto en ese rato.
Es así. Él se siente así. Ya llevamos tiempo. Alargarlo empeorará la situación.
“¿Quieres dejarlo?”, le pregunto.
No es capaz de decírmelo directamente, porque piensa que me hará daño, o que no debería pedirlo.
“Bueno… quizá podría ser una solución… pero yo no lo decido…”
Cierto. Por su condición de niño, no se le reconoce el derecho a tomar decisiones sobre su propio tiempo.
Llamo a sus padres. Viene el padre. Nos sentamos los tres y le explico la situación tal y como me la ha contado Oscar. Podría dejar que él mismo lo dijera, pero sé por experiencia (no era la primera vez que tenía charlas con sus padres con él presente) que le darán más credibilidad si hablo yo por él.
Me permito darle mi opinión al padre. Hay un problema más grande más allá del piano, y dejarlo será un parche demasiado pequeño y temporal.
“Bueno, lo hablaremos”, “por supuesto”. Oscar parece aliviado
Me despido y me voy.
Y salgo del edificio, triste. Como si acabara de cortar con un novio.
Es inevitable cogerles cariño a ciertos alumnos. Sobre todo aquellos con los que más años llevas. Yo ya no recuerdo cuántos llevaba con él. Tenía talento. Entendía la música, la disfrutaba. Con él empecé a probar cosas nuevas en el mundo de la pedagogía musical, cosas que funcionaron, cosas que necesitaba. Nos pasábamos minutos y minutos improvisando juntos.
Y sí, llegaba a pensar que siempre habría un rinconcito en la vida de Oscar para el piano.
Duele darse cuenta de que ya no será así.
Pero no me arrepiento. He hecho mi esfuerzo por darle todo lo que estaba a mi alcance, por entenderle. Y sé que dentro de la madurez de un niño de 9 años, que es más de la que parece, él lo agradece.
Mi deber, además, es darme cuenta de cuándo algo ya no funciona. De cuándo se ha acabado, y ponerlo en conocimiento de todos. Forzar la máquina y tener un niño allí cuando no quiere es sembrar la semilla de la aversión al instrumento en el futuro. Y no, eso nunca.
Y aún así, todo mi discurso racional no se lleva el dolor de ver cómo ha terminado una relación tan bonita.
Puede que las razones no estén directamente vinculadas con el piano, puede que la vida de un niño sea más dura de lo que pensamos, y lo acabe pagando la música.
Siempre lo paga la música.
Pero es lo que hay que hacer.
Aún le daré clase a su hermana, así que lo veré de vez en cuando. Con tantos años atrás casi puedo decir que lo he visto crecer, y me dolería aún más no volver a verlo.
Quién sabe. Se lleva la experiencia, los cimientos. Quién sabe si algún día se acuerde de lo feliz que pudo ser con un piano, y llame a otra persona para retomar el camino. O lo retome él sólo, con la mochila que le dejé.
Seguro que, como maestro/a, has pasado por algo así más de una vez. Cuéntame tu experiencia en los comentarios. ¿Cómo fue?
- Mi Ebook: "Los tres pilares de la motivación en la enseñanza del instrumento"
- Todas las ideas y recursos que publique directamente en tu bandeja de entrada.
Un saludo Rocío y gracias por hacerme aquí un huequito.
Hola Rocío!estoy leyéndome tus post y las opiniones de otros profesores sobre la enseñanza de piano. Hoy mismo le he dado al «me gusta» a tu página en facebook. Yo llevo muchos años en la enseñanza e igualmente me he encontrado con todo tipo de alumnos. Me siento identificada con tu historia porque yo tampoco quería una plaza fija en ningún lado y al final el conservatorio clásico tampoco fue mi opción. Bueno, mi vida es muy larga de contar en un mini-post , jeje,pero llevo un tiempo largo estatiempocon el tema de ser pianista/músico(aunque he conseguido sacar algunos trabajos ) y la mayoría de tiempo lo ocupan las clases particulares y extraescolares de piano. Yo tengo muchos alumnos y me siento muy identificada con tus descripciones: el adulto que no avanza aunque merece la pena darle ese momento que parece más bien una terapia y se puede sentir especial, el niño que ya cumple una edad y lo deja… Yo a veces me he sentido desmotivadísima y además , no sé si os pasa , sientes que es un trabajo muy solitario y no puedes compartir opiniones con otros profesores de forma sincera( en las ciudades grandes todos van a carreras de un centro o particular , lo que sea…) es difícil compartir experiencias y llevo un tiempo buscando un rinconcito como este. Yo en realidad estoy en la música por vocación, de hecho prefiero que un alumno se pueda permitir pagar la clase y la aproveche que pensar sólamente en buscar a los alumnos con más posibles con el único objetivo de cobrar mucho una clase. Aunque es cierto que al final he tenido que ir rellenando huecos para poder vivir medianamente de esta profesión,porque ya cuando eres un poco más mayor sí es cierto que es más importante(en mis comienzos daba menos clases y me permitía tener menos alumnos y le daba más importancia al tocar el piano,ser teclista, seguir estudiando…). Entonces ahora tengo alumnos que me alegran la existencia como os pasará a todos,pero me encuentro que los padres sobre todo se decantan por edades muy tempranas ,de hecho las escuelas están llenas de niños de 6 ó 7 (o incluso quieren que empiecen antes) y a lo mejor no es lo más correcto porque cuando tienen 10 o así ya la cosa se desinfla y en realidad hubiera sido una edad ideal para empezar a tocar incluso con más ilusión. Después está el tema de ir a casas que te puedes encontrar niños totalmente desmotivados y padres que quieren que aprendan todos los hermanos( cómo pueden saber si les gusta a todos!)y esperan milagros de un profesor cuando quizás las condiciones de la clase no son buenas, desde un teclado cayéndose en una mesa, los niños en pijama,entrando a merendar y saliendo… Sí,que hay que imponer disciplina y todo eso, pero a veces no se deja muy claro por parte de los padres que quieren que aprendan jugando y se diviertan. Yo también soy de hacer miles de partituras a mano,que algunas veces me agradecen y otras me lo podía haber ahorrado porque ni se lo miran. Yo lo hago encantada con alumnos que obtienen un buen resultado de ellas, pero a veces sientes que pueden digamos tomarte un poco el pelo y en realidad a los que no les interesa nada el piano, que tengo algunos así, saltan de una a otra sin mirar ni hacer el mínimo esfuerzo ,como el resto de partituras. Yo he tenido clases que han sido agotadoras y ponían cualquier excusa para no tocar,eso sí que lo veo injusto para el profesor. Antes dejaba estas clases más alegremente pero es cierto que desde hace un tiempo me comprometo hasta por lo menos final de curso y no sé cómo lleváis eso vosotros y si os parece un error, normalmente suelen ser particulares pues en un centro se cortan más,pero es una situación mala para el profesor pues haga lo que haga para que se motiven( yo tengo hasta un juego de ipad llamado Piano Maestro) pues al final no funciona y es muy frustrante. Son pocos los que estudian en casa y se agradece mucho los que lo hacen.Yo considero que en muchos casos es culpa de los padres porque yo tengo un horario de mediodía en el que los alumnos tienen que dejar de jugar para venir a piano, tengo la suerte de que vienen a clase bastante bien todos pero yo no les pongo los libros de iniciación delante para estudiarlo de arriba a abajo, que eso es otro cantar, yo trato siempre de que toquen digamos » a su medida» es decir, canciones que les gusten siempre y procurando que alguno no sobrepase los límites en ese sentido de querer hacer lo que quiera en clase. En fin,tengo más anécdotas pero creo que en todas coincido con vosotros,el estudio en casa es muy importante y sólo avanzan los que lo hacen. Ahora los padres no tienen tiempo para nada, pero los hijos tampoco y si estudian un instrumento tampoco quiero que sea por encima, sino que deberían también combinarlo con lenguaje musical en una escuela municipal que suele haber plazas(de piano no hay tantas)Yo solamente doy piano individual y noto muchas carencias pero cuando viene alguien que ya se han molestado en llevarle en otro horario a una escuela de música se agradece y se nota la diferencia. Yo enseño de forma demasiado amena porque al final es lo que me están pidiendo y por el tipo de centro en el que estoy ,ya que el piano se concibe como «actividad» y así lo tratan(ufff , nunca me gustó esa palabra). Al principio no me importaba porque veía menos responsabilidad y la tasa de éxito de alumnos tengo que reconocer que ha sido muy alta. Yo nunca sería clásica y rígida del conservatorio por otra parte porque también me he orientado a la música popular y eso forma parte de la cultura y te abre la mente a otras formas de tocar,pero hay una base que supongo todos la tenéis en mente. Eso es innegable. Las escalas, buena colocación de dedos,lectura…todo eso que hemos acatado como alumnos sin discutir pero sin que fuese un suplicio porque nos gustaba el piano . Pues yo veo que ya muy muy pocos están dispuestos a hacer este sacrificio, sino a tocar cuatro canciones muy de pasada y realmente los que tienen talento( alguno había pero cuando llegaron los deberes y que ya había que estudiar en su curso…adios a la música!)se van quedando por el camino y se pierden todo. Yo trato de sacarles por eso lo mejor de cada uno en la música,cuando alguno siento que hace música de verdad tocando alguna obra yo por lo menos pienso que está más cerca de lo que sentía yo cuando tocaba y eso me alegra mucho. Algunas veces lo consigo aunque sé que probablemente ese alumno lo deje en el futuro, pero por lo menos hay plantada una semilla y en el futuro recordará el piano de otra manera,no como los adultos que transmiten «ese rollo de las clases y la profesora siempre corrigiéndome cuando era pequeño».
Hola Rocio:
L@s niñ@s de hoy en día están a tope de cosas. Esto por…, esto otro por…., siempre tienen algo que hacer que la mayoría de las veces ell@ no lo han pedido.
Igual , cuando menos te lo esperas, sorpresa, Oscar te vuelve a pedir que le des clases.
Tu sigue como hasta ahora, haciendo lo que creas mejor . Ademas, un@s se van, pero otr@s vendrán.
Un fuerte abrazo.
Hola Nuria!
Sí, no es la primera vez que un alumno mío lo deja. Y seguro que no será el último. Otros vendrán, por supuesto. Siempre hay niños a los que dar clase. Por eso mantengo las ganas.
Gracias por tus palabras. Un besazo