Pon en tu mente esta escena:
Tu chaval ha practicado un montón, se sabe la canción de arriba abajo, pero toca todas las notas de corrido, puede que respete el ritmo o puede que no (pongamos que sí) pero no ha comprendido que tocar música no es como recitar la tabla del 7.
Para él, la canción está genial, se la sabe, están todas las notas sin errores y además la toca muy rápido, lo que hace que se sienta capaz.
Para ti, no hay música detrás de esa ejecución. El tocar se ha quedado vacío y por mucho que le hables de expresión tu chaval no te entiende y además, se frustra, porque él pensaba que estaba todo genial después de tanto trabajo.
Y no sabes cómo hacérselo ver.
Te suena esa imagen, ¿a que sí?
Son chavales que no sienten la canción. Se deslizan sobre ella como si fuera un tobogán o un mero reto físico, de dedos, de habilidad. No están escuchando la música, no la sienten.
Pero… ¿Cómo se siente la música?
¿Cómo hacer que alguien que no la esté sintiendo, la sienta?
Al contrario de lo que algunos músicos piensan, la música no se siente únicamente de manera emocional y espiritual. Como si para sentirla tuvieras que echarte en un sillón enorme con los ojos cerrados.
Yo creo que no. Yo creo que sentir la música pasa por el cuerpo. Por algo físico, por el movimiento. Como sentir tu mano cogiendo un vaso, o tus pies andando hacia tu casa.
El sonido forma parte del movimiento, y el movimiento del sonido. Piénsalo, no hay uno sin otro, porque ambos son vibración.
Curiosamente, conectar con el cuerpo para un músico es tremendamente importante. No sólo para tocar correctamente su instrumento, sino para sentir y expresar, para entender la música en todo su potencial.
Entender la música.
Si te fijas, la manera más directa que tiene el ser humano de expresar música es el baile. El cuerpo. Es lo primero que hacen los niños cuando una canción les gusta, aparte de cantarla. Se mueven.
Por lo tanto, sentir algo que al principio no puedes sentir, o que no sabes que sientes, pasa por llevar la atención al propio cuerpo.
El elemento sonoro que más fácilmente entra físicamente en el ser humano es el pulso.
Es algo que todo el mundo ha sentido, aunque no se haya dado cuenta. Es eso que te hace mover la cabeza cuando oyes una canción con ritmo, o mover el pie. Eso que te permite dar palmas o mover los brazos en un concierto. En música lo llamamos pulso. Físicamente lo llamamos peso.
El pulso es la idea sonora. El peso es la sensación física. Y es ésta sensación física la que es importante, la que le da sentido y dirección a lo que oímos. El peso es el padre del pulso. Si no existiera esa sensación no necesitaríamos el concepto de pulso.
Párate un momento a sentir este peso. Pon cualquier canción y escucha el pulso. Cuando lo tengas, transforma esa idea de pulso en peso. Siente el peso en cada pulso ¿Qué ocurre? Te vas al cuerpo. Inevitablemente. Tu cuerpo expresa ese peso de alguna forma. Puede que pese tu cabeza o puede que pesen tus manos mientras las mueves midiendo.
Ésta idea de peso, esta sensación, es la que le falta a ese alumno que toca a toda velocidad.
No ha conectado con su cuerpo, no siente los pesos. Lleva la música demasiado ligera, sin que toque tierra, y por eso corre tanto. No hay nada que lo sujete, como una pelota que lanzas y nunca vuelve a caer, sin gravedad.
Es esa conexión la que ha de recuperar ese alumno. Apártalo un rato del instrumento, de vez en cuando, y ponle a escuchar algo, a moverse, aunque sólo sean sus manos o sus pies, o su cabeza. Aunque sólo golpees las manos contra las rodillas.
Hazle sentir y visualizar esa bola que cae y se levanta, cae y se levanta eternamente en una canción. Ese rebote, ese bum… bum… bum…
Pero ha de ser con el cuerpo. Entenderlo mentalmente no le ayudará. Prueba a levantarlo. Si es un niño algo más pequeño, estará más dispuesto a bailar o a jugar que un adulto.
Otra idea es dedicar tiempo a practicar ritmos de todo tipo. Percusión corporal. Y escuchar música. Mucha música donde pueda buscar y encontrar dentro de su cuerpo ese peso.
Puede que no veas un cambio el primer día, ni el segundo, pero poco a poco ese peso que empieza a sentir escuchando otras canciones querrá sentirlo también en las que él mismo toca.
Además, cuando lo conoces, como músico puedes manipular este peso. Evoluciona, crece, fluye y mejora la expresividad.
Pruébalo, ya verás.
¿Conocías esta idea? ¿Cómo la has aplicado tú? ¿Te ha funcionado? Cuéntamelo en los comentarios. Me encantaría saber cómo te ha ido a ti.
- Mi Ebook: "Los tres pilares de la motivación en la enseñanza del instrumento"
- Todas las ideas y recursos que publique directamente en tu bandeja de entrada.
Mario says
Hola Rocío!
Me parece muy guay cómo has explicado esto del pulso y el peso. Por algo muchos niños pequeños empiezan con «música y movimiento». La idea entonces es seguir con parte de esa asignatura en clase de piano o de lo que sea con música :D
Yo lo que me encuentro es a veces, sobre todo en adolescentes, vergüenza por moverse o bailar. Entonces o bien bailo yo primero o toco y les digo que se muevan como quieran detrás de mí mientras yo toco.
Creo que lo ideal es que se muevan de cuerpo entero. Corporalmente están (o estamos) muy bloqueados, sobre todo a partir de los 9-10 años y dar palmas o rebotar en las piernas a veces se me queda un poco corto y ortopédico.
Gracias por el post!
Rocío del Olmo says
Hola Mario:
Claro! Lo ideal es que se muevan de cuerpo entero, pero forzar algo que no es cómodo para esos chavales puede ser contraproducente. Empieza por algo pequeño, como golpear las piernas, aunque ahora te parezca insuficiente. Poco a poco puedes ir pasando al tronco, y más tarde a levantarlos, andar al pulso, ejercicios de peso, y finalmente bailar, que es lo que más vergüenza suele dar (aunque lo hagan solos). No fuerces nada. Ten paciencia.
Un beso ;)