Imagina que eres un niño de 7 años:
Tienes un teclado en casa con el que juegas y tocas cosas de oído, pero no sabes leer música. Tu mamá te dice que ha llamado a un/a profe para que te enseñe. Te llenas de ilusión.
Empiezas tus clases de piano, pensando que en poco tiempo tocarás muchas más canciones y que será genial. Pero lo que te encuentras es otra cosa totalmente distinta.
Te encuentras con un código, hecho con bolitas y palitos, y resulta que hay que aprender a descifrarlo para poder tocar.
Imagina a tu profe en una clase habitual:
“Observa la clave, ¿qué clave es? Bien, ahora observa el compás, ¿cuántos tiempos tienes? Ahora la primera nota, ¿qué nota es? ¿Está en una línea o en un espacio? ¿Cómo se llama? Bien. Ahora encuentra esa nota en el teclado. Muy bien. Pero ese dedo no, el otro… Bien, vamos a por la siguiente nota…”
No te gusta, tú no quieres eso, pero tu profesor/a insiste y te dice que sin eso no podrás tocar.
Al cabo de varios meses, le dices a mamá que no te gusta el piano.
¿Realmente esto es música? Es tedioso… no hay expresión ni canción. Sólo una nota tras otra, un esfuerzo por desentrañar un símbolo tras otro, a cuál más difícil, que además luego tendrás que ejecutar cada vez más rápidamente. Además, no has de tener errores.
Con lo cual, bajo este punto de vista, tocar un instrumento se convierte en una ejecución consecutiva de signos bajo la constante presión de un pulso básico, que genera estrés por el miedo a equivocarse.
Prueba a tararear una canción. ¿Pasa lo mismo? En este último caso haces música sin más, tienes gozo directo. Nadie te ha puesto a pensar en códigos.
Hay niños que lo ven así.
El máximo resultado con el mínimo esfuerzo
Puedes encontrarte con este tipo de alumnos. Suelen ser niños con talento o con oído musical que pueden disfrutar solos del instrumento, siendo capaces de sacar canciones de oído, y que no le ven sentido a leer. Si insistes mucho, pueden llegar a desarrollar aversión al lenguaje musical.
Esta es una de las razones por las que muchos niños dejan su instrumento, y por la que muchos profesores disfrazan el código con otros más fáciles (como números o colores) que el niño ya tiene asimilados, para intentar evitarlo.
Recuerdo a uno de mis alumnos, Juanjo, que quiso empezar a dar clase de piano con 7 años.
Una de sus ilusiones era aprender a leer partituras. Le puse algo sencillo y le enseñé cómo funcionaba. Los primeros días aquello le impresionaba, era un mundo nuevo. Cuando llevaba dos meses, había perdido la ilusión por el lenguaje musical.
¿Por qué? Porque, una vez pasada la novedad, se dio cuenta de que asimilarlo y disfrutar de algo más complejo suponía un esfuerzo enorme y no esperaba tener que pasar por eso.
Es un esfuerzo que muchos niños no están dispuestos a hacer. Sobre todo si ya han aprendido a jugar con el instrumento y son capaces de tocar de oído. Juanjo lo hacía.
«¿Por qué voy a pasar por el tedio de leer si puedo disfrutar de la misma melodía sin hacerlo?»
En estos casos, se los suele tachar de vagos, y se comenta que crecen en la era de “dámelo todo hecho”.
Pero esto no es vagancia, es eficiencia.
Así es, voy a darte un ejemplo:
Tienes unas ganas enormes de vivir en la casa de tus sueños. Ya la has visto y te encanta, pero te dan dos opciones: comprarla o construir una igual. Te costará lo mismo económicamente, pero en la opción de construcción te llevará varios años y quebraderos de cabeza, mientras que comprándola mañana mismo podrías dormir allí.
¿Qué elegirías?
¿Y si te dieran la opción de ir de aquí a París? ¿Irías a pie o en avión?
El ser humano busca medios para conseguir el máximo beneficio con el menor esfuerzo. Esto no es malo, forma parte de nosotros. De hecho, es la base de la eficiencia y la creatividad. La tecnología y la mayoría de avances científicos son resultado de ello. Los niños funcionan igual. Si pueden (y saben cómo) evitar esfuerzos innecesarios, lo harán.
Y para muchos el código es un esfuerzo innecesario.
¿Cómo motivarlos para ello?
Te remito yo la pregunta a ti, teniendo en cuenta el ejemplo de la casa anterior: ¿Cómo te motivo yo a ti para que elijas construirla en vez de comprarla?
¿Cómo te motivo para que escojas ir a pie a París?
El tema de la motivación es algo complejo, y no basta con hacer juegos y poner cara de payaso sonriente como si el lenguaje musical fuera lo más divertido de la tierra (imagina a los obreros de tu casa vestidos de payaso para motivarte, haciendo juegos sobre el número de ladrillos que poner en cada pared. O que te pusieran flores de colores en tu camino de aquí a París, para hacértelo más llevadero).
La motivación ha de ser algo que se base en el respeto por el otro. Una guía para ayudar a que el propio interés tenga espacio para moverse. Influyen muchos factores en ella, y serán distintos para cada alumno, pero bajo mi punto de vista, nunca ha de ser un medio para que alguien haga algo que tú quieres que haga.
«Vale… pero el lenguaje musical es importante»
Claro que sí, pero no es un fin en sí mismo.
Con todo esto no quiero decirte que debas abandonar el aprendizaje del lenguaje en estos casos. Yo creo que aprender a leer música es tan importante como aprender a leer libros.
Yo siempre hablo de buscar el equilibrio.
¿Cuál es el secreto?
La paciencia.
Es el único que a mí me ha dado resultado. Algo que hoy en día escasea.
Plantea poco a poco canciones nuevas que requieran algo de lectura. Si te dice que no, fuera.
Prueba otro día, otra canción distinta… puede que también te la quite…
Puede que un día te pida una canción concreta que le gusta (seguramente algún hit de youtube), y le tengas que decir que hace falta una referencia escrita para ver cómo va (la partitura).
Se la buscas, se la enseñas, y evidentemente no la podrá tocar…
Pero puede que pruebe las primeras notas… y luego lo deje.
No la tocará, pero será el primer pasito para llegar a ser consciente de que a la larga necesitará la lectura de partituras si quiere tocar cosas mejores…
Y sigue probando…
Sigue proponiendo…
Pero no seas pesado/a. Nunca impongas. No fuerces.
Si un día decide leer cuatro notas, has ganado algo…
Ten paciencia…
Porque llega un día, sin que te des cuenta… en el que pasa.
Le has transmitido lo que es la música, le gusta, la disfruta… quiere más. Y se da cuenta de que si quiere más, necesita aprender a leer.
Empieza a entender para qué sirve realmente esa herramienta.
Y empezará a pedirte partituras… O a componerlas.
Nunca pierdas la paciencia.
Y te cuento esto desde la experiencia. Tengo otro alumno, Oscar, desde hace más de tres años, que no quería saber nada de lectura musical en todos esos años.
Nunca quiso ni siquiera ver una partitura… hasta ahora.
Ahora me las pide, él solo. Porque las quiere.
Y aprende rápido. Porque le interesa, y le interesa en el momento adecuado. No antes.
Nunca pierdas la paciencia.
Recuerda que cada alumno que tienes es un mundo. Estos casos no son los habituales, y no todos los niños tienen aversión al lenguaje musical. Tendrás chavales que lo acepten sin problemas, incluso otros a los que les brillen los ojos cada vez que les des una partitura nueva.
Obsérvalos, y adáptate.
¿Y tú? ¿Tienes alumnos de este tipo?
Cuéntamelo, y cuéntame cómo aprende…
Es un artículo que me ha gustado mucho. La paciencia y creer en que todos lo pueden conseguir. Algunos más que otros ,eso sí, pero cualquier progreso es bueno. Yo a veces aflojo mucho las riendas y me doy cuenta de que ese alumno se ha sentido mejor cuando he dado más » caña»al lenguaje y la teoría. Me he podido equivocar siendo blanda, pues a l final ha funcionado más cuando he sido más exigente. O también he vivido el caso contrario, más presión que ha sido contraproducente. Intento siempre que aprendan, pero ya que estamos compartiendo experiencias no voy a negar que a veces puedo desanimarme. Y si con esto ellos llevan el ritmo de la clase? Y si sus padres lo comparan con el hijo de fulanito que está con una enseñanza rígida de otra profesora que no es como nosotras y no se sale del libro y las clases no admiten sugerencias? Estamos preocupadas por los gustos y la personalidad de cada alumno y puede ser contraproducente? Y si llega un punto en que no se pueden preparar muchas clases a medida como me está pasando a mí,pues yo conozco profesores que sólo me cuentan que les ponen el libro delante ,cobran su dinero les guste la clase o no(y si es posible el doble que yo)y total ya con eso los padres está contentos porque en realidad nadie sabe mucho sobre música y lo que quieren es ver alumnos que avanzan a velocidades gigantescas en la música? Será que en Madrid todo va más rápido?No sé pero al final yo también hago lo mismo y a veces tengo mis dudas. Sé que en el tema de alumnos habrás siempre 1 ó2 casos imposibles de los que hagamos lo que hagamos no sirva y queramos prescindir,pero yo sé que muchos han valorado mi trabajo detrás de una clase,sobre todo los que lo han aprovechado. Si es que la mayoría deconceptos tenemos que tener en cuenta que se les van a olvidar y a veces más vale saber lo básico y tenerlo bien afianzado y a lo mejor en el futuro volver a retomarlo,porque los niños llegan una edad en que lo dejan,pero normalmente de adultos vuelven y por eso hay que dejarles unas herramientas básicas, pues hoy en día hasta se pueden guiar por tutoriales de internet que sería imposible tocar sin la ayuda o guía previa de un profesor
.pero volviendo al presente yo sí a veces he sentido que podía contemplar mucho a los alumnos en ese sentido y no sé si eso se hace de forma habitual o en el fondo no debería ser así y el profesor ser más exigente con sus reglas. Yo una vez de hecho recibí una medio queja de una madre porque su hija avanzaba despacio y yo consideraba que era su ritmo y no me dejaba tampoco enseñarle mucho más. Ay!Gajes del oficio….